La diosa QUILLA me regaló uno de sus polvos mágicos.
Ni tan cruel, ni tan feliz:
Tierno
Blanco y
Vil.
Tú que mueves las hojas, provocas el viento y creas la marea.
Me llevas a tu son y me haces enloquecer como lo que soy:
un puto esclavo de tu reflejo.
Tú que siendo espejo y sin necesitar nada más,
iluminas el cielo, la tierra y
el MAL.
Te quiero como la más sutil de las divinidades.
Blanca,
dulce y señora.
Tan tierna y tan madre
que los poetas, pintores y cantantes te adoran.
¡Oh mi musa!,
Escondida por tales universos,
que ya te dí por perdida.
Te adoro
Y lo reconozco: te echaba de menos.
Feminidad hecha satélite.
Llegaste,
me mojaste,
me humedeciste
tras recorrer desiertos secos
y ahora que te tengo no te suelto.
Y es que…
mientras te veo,
vuelo.
Mientras te vuelo,
te escribo.
Mientras te escribo,
creo.
Y mientras creo,
SOY.
Me gusta tanto SER y
dedico tampoco a serlo
que las musas se olvidan de que existo y
eso me lleva al desasosiego.
Blanca LUNA.
Diosa QUILLA.
Gracias por recordarme lo que soy,
por darme la ternurade saber que mi SER
lo escondo en la ESCRITURA.
11 de noviembre de 2019
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